La tecnología de las células madre se concibió con fines
médicos –la generación de tejidos para trasplantes y ensayos farmacológicos—, y
ese sigue siendo su gran objetivo 15 años después de su descubrimiento. Pero
toda nueva técnica engendra derivadas inesperadas, y hoy se ha presentado al
mundo una de las más singulares: una hamburguesa cultivada enteramente en el
laboratorio. La única contribución de la vaca fueron unas pocas células madre del
músculo extraído de su trasero. La primera hamburguesa sintética fue cocinada
este mediodía en Londres y catada por su creador y otros dos expertos. La buena
noticia es que nadie enfermó. La mala, que sobró la mitad.
Mark Post sostiene una hamburguesa de carne cultivada en
laboratorio.
Se podría decir que hacer la hamburguesa ha costado cinco
años y 248.000 euros, pues eso es lo que ha tardado y gastado el equipo
dirigido por Mark Post, de la Universidad de Maastricht, en desarrollar su
proyecto de investigación. Pero no sería del todo justo: la fabricación de esta
hamburguesa concreta solo ha llevado tres meses. Y eso es “menos de lo que
tarda en crecer una vaca”, como señaló con un punto de guasa el propio Post
durante la presentación a la prensa de su trabajo. El científico espera, como
es lógico, que los costes y los plazos se reduzcan si la técnica llega a la
práctica industrial. Y eso es lo que él desea.
Para Post la hamburguesa cultivada no es un divertimento,
sino una necesidad ética, económica y alimentaria. Según las proyecciones de la
FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), la
demanda mundial de carne se incrementará en dos tercios de aquí a 40 años, y
Post sostiene, como otros científicos, que los sistemas actuales de producción
son insostenibles.
las ventajas de la nueva hamburguesa sobre la carne
producida por los métodos convencionales son un argumento elocuente: un 45%
menos de gasto energético, un 96% menos de emisiones de gases de efecto
invernadero, y un 99% menos de superficie cultivada. El ganado, y en especial
el vacuno, contribuye al cambio climático con su frecuente emisión de metano
–producto de la pesada digestión del pasto—, un gas cuyo efecto invernadero es
21 veces más poderoso que el del dióxido de carbono.
Los científicos han partido de unas pequeñas muestras de
tejido muscular tomadas de una vaca con una intervención mínima e indolora. Ese
tejido contiene dos tipos de células madre, las precursoras del músculo y las
de la grasa, y de momento solo han trabajado con las primeras. Las han
cultivado en placas, las han estimulado a crecer y proliferar y han hallado la
forma de convertirlas ('diferenciarlas', en la jerga) en 'tiras' de tejido
muscular de alrededor de un centímetro de largo. Hacen falta unas 20.000 de
esas tiras para crear una hamburguesa del tamaño típico.
La primera y de momento
única hamburguesa cultivada en el laboratorio fue cocinada por el reputado chef
de Cornwall Richard quien afirma
que el sabor de esta era seco e insípido, pero los científicos esperan mejorar el sabor y quien sabe, quizá de aquí hacia delante podamos ver en nuestros mercados de diario hamburguesas de laboratorio.
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